Trastorno bipolar

Trastorno bipolar

Abr 29, 2019 0 Por Omar El Bachiri

Es una enfermedad que afecta tanto a la persona como a su ambiente social. Familia, amigos y trabajo. No distingue entre géneros sexuales, afecta a ambos. Lo padece el 0.8% de la población mundial y es crónico. No tiene cura. Entrelaza periodos de euforia y de mucha actividad con periodos de tristeza y apatía. Es decir, totalmente opuestos. A los primeros periodos se les llaman manías y a los segundos, depresión. Estos brotes psicóticos suelen darse unas 3, 4 veces al año y duran entre tres y cinco semanas. Anteriormente esta enfermedad se denominaba trastorno maníaco-depresivo. Durante el transcurso de un periodo a otro la persona tiene emociones intermedias. Puede llevar una vida como cualquier otra persona.

Durante la semana o el día, todos vivimos experiencias buenas y no tan buenas, pero la diferencia con estas personas, es que ellas, las experimentan a niveles muy elevados. Se van al extremo, o están eufóricas o deprimidas.

Se diagnostica entre los 20 y los 50 años de edad. Es en esta franja cuando la persona siente que sus conductas no son muy normales. Son muy exageradas y decide acudir a un especialista (médico, psiquiatra, psicólogo). Aunque los signos más característicos ya empiezan a destacar en la adolescencia. No es sencillo de diagnosticar porque el paciente suele omitir información. Sólo explica la parte depresiva y esto presta al error del diagnóstico, con las posibles consecuencias negativas de usar una medicación errónea. Si se le diagnostica depresión, se le medicará con antidepresivos y puede ser muy peligroso porque si durante la etapa de manía ya está eufórica, con los antidepresivos, todavía lo estará más y durante más tiempo. Sin embargo, con la medicación adecuada, estas personas pueden llevar una vida como cualquier otra persona. Pasa totalmente desapercibida. Esta medicación es una maravilla. Desde que se creó, en los años 50, los hospitales psiquiátricos han visto reducida su población.

Es de origen genético. No hay un gen específico, son varios los genes dañados y con su interacción surge la enfermedad. Se basa en un desequilibrio químico en la comunicación neuronal. Afectando los neurotransmisores de la dopamina y la serotonina. Entre otros, son los responsables de los estados anímicos. Cuanta más dopamina haya en el cerebro, más eufóricos estamos y cuanta más serotonina, más calmados. Con esto quiero decir que no se desarrolla por haber tenido una infancia traumática o un estilo de vida estresante. Quiero puntualizar que el abuso de ciertas drogas ilegales, puede incidir en su desarrollo. Porque piratean la comunicación neuronal. Entre ellas destacan el cannabis y las metanfetaminas.

La primera porque activa la segregación de dopamina y la segunda porque además de activar su segregación, también inhibe su  recaptación, con lo cual está más tiempo en el cerebro. Para su tratamiento se fusionan la medicación y la terapia psicológica. Con la medicación se busca estabilizar la comunicación neuronal y con la terapia, se enseña a identificar los episodios maniaco-depresivos. Cuando se está entrando en ellos. Para anticiparse y ponerles freno. Se trabaja más la fase de la manía. Para controlar la euforia, porque es la que detona el proceso. Durante el periodo de manía, la persona se vuelve impulsiva, desarrolla muchas actividades a la vez. Lo quiere decir todo al mismo tiempo. Está llena de energía, se siente capaz de todo. Tiene la autoestima por las nubes. Esto puede llevar a realizar actividades de alto riesgo, sin tomar las precauciones necesarias (sexo sin protección, beber alcohol desmesuradamente, abuso de drogas ilegales, conducir a toda velocidad, etc.) Puede gastarse la nómina del mes en una tarde. Entra en un centro comercial, bingo, casino, etc. Y no sale hasta haberse gastado todo el dinero. Son actos puramente impulsivos.

También puede darse el caso que entre en una sucursal bancaria y pida un préstamo innecesario pero, en ese momento le resulta imprescindible. Está viviendo el aquí y ahora. Se distrae fácilmente, si empieza algún proyecto lo deja al poco tiempo, para dedicarse otro. Puede haber invertido muchas horas o mucho dinero pero de buenas a primeras, después de unos días, decide dejarlo y empezar con el otro. Muchas veces tiene un habla acelerada. No siente la necesidad de dormir y al mismo tiempo, le faltan horas para hacer todo lo que se propone. Mientras dura la manía, refleja mucho optimismo y entusiasmo pero que en estado habitual, es tímida o introvertida. Estamos hablando de unos cambios extremos.

El estado de euforia es tan elevado que la persona empieza a delirar. A ver y oír lo que no hay. En ocasiones puede llegar a desarrollar esquizofrenia. Sin embargo, durante el periodo depresivo, es todo lo contrario. Está apática, ya nada le gusta, ni le llama la atención. No sale de casa, puede pasar días encerrada. Se altera su alimentación, come en exceso o pierde el apetito. Incluso puede llegar a tener ideas suicidas. Un 30% de las personas con este trastorno se intenta suicidar.

Dentro de la enfermedad, según qué estado destaque más, se distinguen dos grupos. El de tipo II y el de tipo I. En el de tipo II predomina la manía y en el de tipo I predomina la depresión. Poder diferenciar estos grupos es importante porque a la hora de tomar la medicación, los pacientes del tipo II son más reacios ya que no reconocen su problema y abandonan el tratamiento médico. Se sienten fuertes y con mucha energía. No entienden por qué tienen que medicarse. Sin embargo, los pacientes del tipo I son conscientes de su estado anímico y quieren  superarlo.

Explicado esto, tengo que mencionar la ciclotímia. También es un trastorno del estado anímico pero, de menor gravedad. La gran diferencia entre ambos es que los brotes psicóticos se dan unas 30 veces al año. Es decir, muy seguidos pero son de menor intensidad. No son tan extremos. En este caso, hablaríamos de hipomanía.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo y Escritor

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